El área de nuestra intervención se encuentra acotada por una vía de tráfico anular que delimita el lugar sagrado. En este recinto emergen los elementos importantes de la cultura, la religión y la historia de una ciudad: una mezquita, una madraza, el cementerio de los mártires de la batalla de Uhud y la montaña de Aynain (de los arqueros). Tras ellos, la presencia imponente de las majestuosas montañas de Uhud, el escenario de la vida de una ciudad, de un pueblo y de su historia.
La idea del proyecto es reforzar la identidad de estos lugares. Proponemos delimitar el lugar introduciendo un elemento vegetal, la palmera, que con su plantación en una trama regular consigue ordenar el territorio. Desde el desorden de la ciudad, del caos, entramos en un espacio ordenado, apacible, un oasis en el desierto. Y desde este paraíso de palmeras podemos contemplar el lugar, escuchar su historia y penetrar en el misterio de lo sagrado.
La localización de nuestra propuesta para el Museo asume esta lógica de definir un nuevo límite. La gran pieza compacta que evoca en su volumetría a aquellas arquitecturas históricas musulmanas, construye el borde sur y define con la montaña de Aynain la puerta de acceso al lugar sagrado.
El edificio se presenta como un volumen masivo, introvertido, caracterizado por su compacidad frente a la fragmentación que el programa pudiera sugerir. La continuidad del perímetro está interrumpida por algunos recortes del rectángulo, siguiendo el principio formal que organiza su arquitectura interior. Estos recortes nos invitan a entrar a la gran plaza cubierta, espacio clave del proyecto. En este espacio construimos la sombras y penumbras, un filtro desde el exterior hacia el interior del edificio, como sucede en las mezquitas, arquitecturas duales compuestas por el espacio abierto acotado y la sala de oración. De esta manera se crea un elemento que, a través de experiencias espaciales diferentes, nos permite un lento acercamiento al corazón del edificio una especie de proceso de catarsis. La plaza es al mismo tiempo un gran vestíbulo y un espacio de descanso protegido de la luz y de las inclemencias del sol. Caracterizada por alturas diferentes nos anticipa la compleja y entretejida atmósfera espacial del interior. En el punto de mayor altura la plaza se abre al exterior recortando una imagen de las poderosas montañas a través del espacio hipóstilo del palmeral.
El entrelazado está en la base de la idea del museo: la ciudad de Medina, la batalla de Uhud y el Profeta Mahoma no pueden ser concebidos como tres temas aislados porque están íntimamente unidos. Son como las figuras que se pueden reconocer en los dibujos geométricos que cubren innumerables superficies de edificios o como los elementos arquitectónicos que construyen el espacio de las cúpulas antiguas. Son parte de una totalidad y su significado es aun mas claro y completo cuando se analiza en su conjunto y se percibe en toda su complejidad.
La idea se refleja también en la concepción del espacio arquitectónico interior. El proceso de construcción es un proceso riguroso donde círculos de diferentes tamaños se entrelazan para generar un espacio continuo, fluido y dinámico. La combinación de simples figuras geométricas deviene un espacio complejo y fascinante.